¿Piensas que ir al cine solo significa ser un fracasado?
La verdad es que no.
Es lo más normal del mundo y es algo que yo te recomiendo mucho.
La primera vez que yo fui al cine solo fue en el 2004, cuando estrenaron la película Chicas Pesadas.
Tenía 17 años y solo fui porque me había ganado un pemio al destapar un yogurt, que no recuerdo exactamente la marca.
Estaba en preparatoria y media escuela estaba ahí.
¿Sabes que fue lo interesante?
Que a nadie le importaba si estuvieras solo o no. Había demasiado ruido como para poner atención a eso.
Aunque, con el pasar de los años, seguí yendo al cine acompañado.
Ya fuera con mis hermanos o con amigos.
El problema es que lo vi como una actividad que debía hacerse en grupo y esto creó ciertos paradigmas en mi cabeza.
No podía ir al cine solo si no iba acompañado y esto se convirtió en un problema.
Si iba solo me iba a sentir como un rechazado o que nadie quería ir conmigo.
O, por si fuera peor, me daba terror que las personas me vieran en el cine solo.
Pensaba que realizar esta actividad era sinónimo de ser un perdedor.
¿Te ha pasado o te sientes familiarizado?
Decidí acudir en las últimas funciones de la noche, cuando no hubiese gente y pudiera agandallar las butacas de las filas más altas.
La primera película que vi solo, en casi 10 años, fue Guerra Mundial Z.
Para ser honesto, me gustó mucho la película y la comedera fue un placer.
Un día salió este tema de conversación con mi amiga Karla de World Traveling Feet. Le conté que una vez fui al cine solo durante la noche y ella me recomendó que fuera en horario normal.
Yo estaba yendo en las noches porque así no me sentiría juzgado y era mejor, pero la propuesta de Karla era vencer esta creencia y la mejor forma era ir al cine en un horario habitual.
«Checko, tienes que ir solo en un horario donde haya gente, sino, de nada sirve que lo hagas. La idea de ir solo en horario habitual es perder el miedo al ‘¿qué dirán los demás?’ y sentirte como un fracasado».
Al principio sentí mucha resistencia. Sentía que las salas estarían llenas de adolescentes insoportables o familias con niños inquietos, que no se callarían durante la función.
Me fui al cine solo en horario normal y la primera vez me sentí nervioso. Quería vencer esa creencia de «¿qué dirán los demás?» y la única manera era exponerme.
Compré el boleto mediante la aplicación del teléfono y, cuando llegué al cine, me fomé en la fila para comprar mis palomitas y mi soda. No podía dejar pasar las palomitas, porque para ser honesto, me encantan.
Cogí un poco de aire y actué de lo más normal. La persona de la dulcería me dio los productos y entré la sala para disfrutar la función. No recuerdo cuál fue la película que vi en esa ocasión, porque los meses siguientes continué yendo durante esos horarios.
Conforme el tiempo pasó, empecé a perder el miedo al «qué dirán» y fui venciendo mis resistencias y, llegó un punto en el que ir al cine solo, se convirtió en una actividad clave de mi trabajo como escritor.
Puedo sacar mi teléfono y anotar alguna idea que se me ocurra mientras veo la película. Hoy en día, la idea de ir al cine solo es permitirme ver la película desde otra perspectiva, además de que alimenta mi espíritu de libertad.
De no ser por mi amiga Karla de World Traveling Feet, creo que seguiría evitando ir al cine solo porque me sentiría juzgado.
Puedes aprender mucho de esta experiencia y que puede servirte para otras áreas de tu vida. Cuando pierdes el miedo al ¿que dirán?, eres capaz de hacer otras cosas que no te habías atrevido antes a realizar y que pueden beneficiar tu vida de forma positiva.
¿Te atreves a crear esta experiencia en tu vida?
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