#161 – Cómo controlar a tu editor interno y finalizar tu manuscrito

Empiezas a escribir tu libro y, de repente, sientes la inquietud de borrar lo que has escrito.

Hay algo en tu cabeza diciéndote:

«Se ve mejor si lo cambio».

«Solo son unas cuantas palabras. No pasa nada».

Es ahí cuando el editor interno se activa y comienza el ciclo de la procrastinación perfeccionista.

No hay nada peor que eso.

Durante mis primeros intentos por escribir un libro, por ahí de 2013, antes de realmente comenzar Secretos del Pasado, recuerdo que me sentaba en mi escritorio y empezaba a redactar.

Me sentía contento porque estaba escribiendo un libro y, claro, era bueno fanfarronear sobre ello.

Pero cuando paraba y leía algo de lo escrito, algo no me convencía.

El texto no era el mejor y la redacción bastante pobre.

Sentía una necesidad tremenda de borrar lo que había escrito.

Ese editor interno se activaba con mucha frecuencia.

Tuve días en los que ni siquiera quería escribir porque luego terminaba borrando todo lo escrito.

Y eso me aterraba.

Quería que mi libro fuese perfecto porque, de una forma u otra, sentiría mucha presión social.

«Se van a dar cuenta que no soy buen escritor. Mejor no escribo nada», pensaba.

En el 2014 me plantee la meta de escribir el libro, luego de muchos propósitos y comprometerme conmigo mismo.

Las cosas ese año eran diferentes. Tenía 27 y, de una manera u otra, sentía que ese sería mi año.

Solo había un problema.

Era mi primera incursión en el género misterio y no tenía la remota idea de cómo empezar.

Tampoco era el mejor escritor, lo cual me frustraba mucho.

Pero entendí que si no lo hacía, nadie más lo haría por mi y tenía que comenzar de una forma u otra.

Me concentré en contar la historia y me apoyé de las lluvias de ideas que elaboré antes de sentarme a escribir.

Sin embargo, el editor interno empezó a activarse.

«No puede estar pasando de nuevo. No ahora», pensé.

Entonces recordé que «Hecho es mejor que perfecto».

Decidí escribir tal y como iba imaginando las cosas.

Escribir sin corregir o editar.

Era la única manera de finalizar el libro y de callar al editor interno.

Cuando la necesidad de presionar el botón de borrar aparecía, me repetía mentalmente:

«No corregir o editar lo que estoy escribiendo».

Tomó un tiempo lograr que esa regla de oro fuera parte de mi escritura.

Pero con la práctica y el pasar de los días la tensión disminuyó.

Vivimos en una sociedad que, desde pequeños, nos inculca perseguir la perfección.

Y no hay nada de malo en ello.

Pero, como escritores, debemos entender que el primer borrador del libro no siempre será el mejor.

Para llegar a una versión profesional, hay mucho trabajo por hacer.

Lo primero es terminar el libro y para ello es importante callar al editor interno.

Preocúpate por las correcciones cuando hayas acabado.

Cada vez que sientas la necesidad de borrar lo escrito, repite la afirmación:

«No corregir o editar lo que estoy escribiendo».

Con la práctica comenzarás a darte cuenta como esa necesidad desaparece.

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