#288 – Los días grises de un invierno caótico

Febrero de 2016 fue uno de los meses, quizás, más difíciles que he vivido.

No solo porque recién había dejado mi país o porque ya no estaba en un empleo.

Sino porque había elegido el peor mes para mudarme a la ciudad de los vientos.

No tenía muy claros cuales eran mis planes, pero estaba trabajando duro en crear contenidos de escritura y publicación de libros.

El tema de los cursos online era tan nuevo para mí, que apenas me estaba acostumbrando a los términos del marketing digital.

Estaba en un sótano acogedor, aunque se sentía un frío endemoniado.

Las temperaturas alcanzaban los -27 grados centígrados diarios y sentía que me congelaba.

Todos los días me vestía con doble pantalón, botas, doble chamarra, guantes y orejeras.

¡Aún y cuando estaba dentro de casa!

Luego de vivir 11 años en Monterrey, estaba acostumbrado a los cambios extremos de clima. En esa ciudad podría hacer mucho frío en la mañana y durante la tarde un calor picoso que te hacía sudar, aunque no quisieras.

No estaba preparado para un clima tan extremo como el de Chicago.

Durante algunos días hubo tormentas de nieve, para ser exacto, como dos semanas, durante las cuales no salí a ningún lado.

Me sentí como si estuviera en una cuarentena obligada porque ni siquiera podía salir a correr o caminar. El piso estaba cubierto de nieve, por dónde caminaras y no conocía ningún gimnasio cerca.

Fue un mes muy complicado.

El hecho de no ver la luz del sol durante un tiempo prolongado me provocó un sentimiento de rareza.

Soy de las personas que necesitan al menos caminar bajo la luz del sol durante el día, pero en esta ocasión fue muy difícil.

Los días eran grises, nublados y teníamos pocas horas de luz.

El sol salía a las 8 de la mañana y se ocultaba a las 4 y media de la tarde.

La movilidad es algo que me caracteriza como emprendedor y estuve la mayor parte de mis días en ese sótano.

Haciendo, claro, las cosas que más me importaban, pero como ser humano necesitaba salir y realizar mis actividades de ejercicio.

Admito que durante esos días me sentí un poco bajoneado por el hecho de estar viviendo los días más grises de mi vida.

Me preguntaba con frecuencia:

¿Para qué me venía a este lugar?

¿Qué estaba pasando por mi cabeza?

Empezaba a dudar de mi mismo, de mis decisiones e incluso de mi trabajo. Si no fuera por la meditación, que me ayudó a lidiar con la ansiedad que sentía por el encierro, la realidad hubiera sido diferente.

Tal vez hubiese cogido el primer vuelo a México y me hubiera olvidado de todo.

Por fortuna, no lo hice. De otra forma, no tendría los libros que tengo escritos hasta ahora y eso es un gran alivio.